El pie diabético es una de las complicaciones más serias de la diabetes. La enfermedad daña progresivamente los vasos sanguíneos y los nervios, reduciendo la sensibilidad y dificultando la correcta circulación en las extremidades. Esto provoca que pequeñas heridas o rozaduras evolucionen con rapidez hacia úlceras crónicas, infecciones y, en los casos más graves, riesgo de amputación.
El abordaje vascular busca recuperar el flujo sanguíneo en la zona afectada. A través de técnicas mínimamente invasivas, como la angioplastia con balón o el uso de stents, es posible reabrir arterias estrechadas y mejorar la oxigenación de los tejidos. En otros casos, puede ser necesaria una cirugía de bypass que redirija la sangre por un camino alternativo. El objetivo siempre es preservar la extremidad, favorecer la cicatrización y devolver calidad de vida al paciente.
Un diagnóstico temprano y un tratamiento vascular en manos de un cirujano especializado marcan la diferencia entre conservar o perder un pie. Por eso, ante cualquier lesión o síntoma en un paciente diabético, la valoración por un cirujano vascular es esencial.
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